Trabajar en un espacio de coworking tiene muchas ventajas, desde la flexibilidad horaria hasta la posibilidad de compartir ideas con otros profesionales. Pero hay algo que puede enturbiar esa experiencia en cuestión de segundos: una conexión de red inestable. Y es que cuando la señal va y viene, o cuando las videollamadas se congelan justo en mitad de una intervención importante, toda la magia del entorno compartido desaparece.
En estos espacios, donde conviven diseñadores gráficos, desarrolladores, redactores, agencias de marketing, consultores y startups tecnológicas, las exigencias en cuanto a red no son cosa menor. Cada persona puede estar utilizando varias aplicaciones en la nube, plataformas colaborativas, herramientas de videoconferencia o incluso descargando y subiendo archivos pesados. Esto genera una demanda constante y elevada que muchas veces supera la planificación original del lugar.
El ancho de banda y su correcta distribución.
Uno de los errores más comunes en la gestión de coworkings es subestimar el ancho de banda necesario para atender a todos los usuarios simultáneamente. No se trata únicamente de contratar una conexión rápida; también es fundamental saber gestionarla bien, para que no se sature cada vez que media docena de personas abren un archivo en Dropbox al mismo tiempo.
Aquí entra en juego el concepto de balanceo de carga. Este sistema reparte el tráfico entre diferentes conexiones o rutas de red, evitando que una sola se vea sobrecargada. Al implementarlo, el coworking mejora su capacidad de respuesta y, al mismo tiempo, reduce la posibilidad de caídas inesperadas. Es especialmente útil en espacios donde se permite el uso de múltiples dispositivos por persona, algo muy habitual hoy en día.
Además, contar con una buena política de calidad de servicio (QoS) permite priorizar ciertos tipos de tráfico frente a otros. Por ejemplo, las videollamadas pueden tener preferencia sobre las descargas en segundo plano. Esto garantiza que, aunque haya mucha actividad en la red, lo más importante siga funcionando con fluidez.
WiFi sí, pero bien planteado.
Aunque el WiFi es cómodo y práctico, si está mal configurado puede convertirse en una pesadilla. Muchos coworkings dependen exclusivamente de routers domésticos o dispositivos pensados para entornos pequeños, lo cual limita la estabilidad cuando hay muchos usuarios conectados al mismo tiempo.
Para evitar estos problemas, es fundamental diseñar una red inalámbrica con puntos de acceso profesionales distribuidos estratégicamente. Estos dispositivos están preparados para soportar múltiples conexiones simultáneas sin perder calidad de señal. Y algo clave: deben instalarse teniendo en cuenta las características físicas del local, como paredes gruesas, cristaleras, techos altos o zonas con mobiliario metálico que puede interferir con la señal.
No conviene olvidarse de separar las redes por niveles de acceso. Una red para los miembros permanentes, otra para visitantes o invitados, y si hace falta, otra específica para dispositivos del propio coworking (como impresoras o proyectores). Esta organización mejora la seguridad y, además, alivia la carga general.
La importancia de un buen cableado estructurado.
Aunque parezca que hoy todo gira en torno al WiFi, la base de una conexión estable sigue estando en los cables. Y más concretamente, en un buen sistema de cableado estructurado. Esto implica organizar todos los cables de red y eléctricos de manera profesional, previendo su crecimiento futuro y evitando improvisaciones que puedan dar lugar a interferencias o fallos intermitentes.
El cableado mal hecho, con empalmes caseros o sin organización, suele ser el culpable de muchas caídas de red difíciles de diagnosticar. Además, si los puntos de red no están bien distribuidos por todo el espacio, las personas se ven obligadas a usar WiFi incluso cuando podrían tener una conexión por cable mucho más estable.
En los coworkings más modernos, incluso se reservan zonas específicas con enchufes y puertos de red en cada mesa, para que quien lo prefiera pueda trabajar con cable sin depender del inalámbrico. Esto descarga la red WiFi y da una alternativa más robusta a quienes necesitan estabilidad total, como editores de vídeo o ingenieros de software.
Monitorización constante para anticiparse a los problemas.
Otra de las claves para mantener la red en buen estado es no esperar a que algo falle. Las herramientas de monitorización permiten detectar patrones de uso, alertar cuando se producen picos de tráfico inusuales, y avisar si un dispositivo empieza a comportarse de forma extraña.
No hace falta montar un centro de control como en una empresa de telecomunicaciones, pero sí conviene utilizar software que informe en tiempo real sobre la salud de la red. De esta manera, si un punto de acceso se desconecta, si hay una saturación en cierta franja horaria, o si algún equipo está consumiendo demasiados recursos, se puede actuar con rapidez antes de que afecte a los usuarios.
Este tipo de sistemas también ayuda a identificar si alguien está abusando de la red. Por ejemplo, descargando grandes volúmenes de datos de forma constante o conectando dispositivos que generan interferencias. Al tener visibilidad completa, es más fácil mantener el equilibrio necesario para que todos trabajen sin interrupciones.
La seguridad digital también influye en la estabilidad.
Un aspecto que suele pasarse por alto es que los ataques informáticos o las brechas de seguridad también pueden afectar a la estabilidad de la red. Si algún equipo del coworking está infectado con malware, puede empezar a enviar tráfico masivo sin que el usuario lo sepa, saturando toda la conexión. O si alguien se conecta a una red sin cifrado, puede ser víctima de espionaje y generar incidentes que perjudiquen a otros.
Para evitar este tipo de situaciones, es imprescindible usar protocolos de seguridad robustos, como WPA3, así como establecer contraseñas sólidas y cambiarlas con regularidad. También es útil limitar el acceso a dispositivos no autorizados, y configurar los routers para que solo acepten conexiones desde direcciones MAC conocidas.
Además, instalar un firewall bien configurado es una barrera muy eficaz contra ataques externos, y puede evitar que amenazas como los ataques DDoS (que inundan la red con peticiones falsas para hacerla caer) lleguen a causar efectos graves. Esto es especialmente relevante en coworkings donde se aloja personal técnico o startups con servidores propios.
Personal técnico que conozca bien el entorno.
Por muy bien que esté diseñada la infraestructura, de poco sirve si nadie sabe gestionarla. Es fundamental contar con alguien que se encargue del mantenimiento de la red, que entienda los problemas que pueden surgir en espacios compartidos y que tenga acceso rápido a las herramientas necesarias para solucionarlos.
Muchas veces, los problemas más graves no tienen que ver con una avería técnica en sí, sino con la falta de respuesta ante un problema. Si se tarda horas en reiniciar un router o en cambiar un cable dañado, la sensación de inseguridad se instala entre los usuarios, que empiezan a ver el coworking como un lugar poco fiable para trabajar.
Por eso, hay coworkings que optan por externalizar la gestión tecnológica a empresas especializadas, y otros que forman a su propio personal interno. Lo importante es que alguien sepa interpretar los síntomas cuando algo no funciona, y pueda tomar decisiones rápidas para devolver la estabilidad lo antes posible.
Espacios diseñados pensando en la tecnología.
No todos los coworkings están diseñados desde cero como tal. Muchos ocupan locales adaptados, lo cual a veces implica limitaciones estructurales que afectan a la red. Por ejemplo, puede haber zonas muertas donde el WiFi apenas llega, o instalaciones eléctricas antiguas que generan interferencias.
Desde CN Centros de Negocios apuntan que cada vez más empresas optan por instalarse en centros donde ya se ha previsto todo lo necesario para una conexión de calidad. Esto evita sorpresas desagradables y garantiza que, desde el primer día, cada equipo pueda trabajar con fluidez sin preocuparse por la conectividad.
Además, un espacio que tiene en cuenta estos detalles desde el principio también tiende a cuidar otros aspectos clave, como una iluminación adecuada, la insonorización, el mobiliario ergonómico o los accesos seguros. Todo suma cuando se trata de crear un entorno de trabajo fiable y profesional.
La convivencia entre dispositivos y redes privadas.
En un coworking, cada profesional suele traer su propio portátil, móvil, tablet y, a veces, dispositivos más específicos como impresoras, servidores NAS o equipos de realidad virtual. Esta diversidad obliga a crear una red que sea estable, flexible y capaz de manejar distintos tipos de tráfico y necesidades.
Una de las soluciones más eficaces para esto es permitir la creación de redes virtuales privadas (VLAN), que separen lógicamente a cada usuario o grupo dentro de la misma infraestructura física. De este modo, se garantiza que los datos de unos no interfieran con los de otros, y que los problemas técnicos no se propaguen de un dispositivo a otro.
Esto es especialmente útil cuando se trabaja con datos sensibles, como ocurre en estudios jurídicos, asesorías fiscales o consultoras que operan desde coworkings. Saber que tu información viaja por una red aislada da mucha más tranquilidad, y también ayuda a mantener la red general más ordenada y estable.
Horarios, hábitos y otras variables humanas.
No todo depende de la tecnología. El comportamiento de los usuarios también puede influir muchísimo en la estabilidad de la red. Por ejemplo, si todos los miembros del coworking tienden a conectarse a la misma hora, se pueden producir cuellos de botella, aunque la red esté bien dimensionada.
Observar los hábitos de uso permite hacer pequeños ajustes para evitar saturaciones. Tal vez compense abrir el espacio un poco antes, o fomentar que ciertos procesos pesados (como copias de seguridad o sincronizaciones) se hagan fuera de la hora punta. También es útil explicar a los usuarios qué tipo de prácticas pueden perjudicar a la red y cómo evitarlas.
Una buena comunicación entre la gestión del espacio y sus miembros ayuda mucho a crear una cultura de respeto tecnológico, donde todos entienden que su manera de usar la red afecta a los demás. No hace falta ser experto en informática para colaborar en la estabilidad general, basta con tener sentido común y ciertas pautas claras.